sábado, 26 de noviembre de 2011

Cuando debo hablar.

Hoy me apetece escribir. Tengo mil razones para hacerlo; mil temas de los que hablar. Pero a veces temo desnudarme un poco más... mis pensamientos al delirio y deguste de los lectores, convirtiendo mis palabras en arte con cientos de cosas que ocultar. Me oís mientras callo, y callo para hablar. No sólo los oídos escuchan, y es que a veces ante la fantasía la realidad va mucho más allá...
Y me convierto a veces en objeto de críticas y análisis para los demás: mi ropa, mis fotos, mi vida, ¿y quién sabe qué más?
Pero yo conozco tal riesgo al darme a publicar, y es que he permanecido mucho tiempo entre el silencio, y aprendí que hay momentos en los cuáles debo "hablar".
Si a nadie le soy indiferente, y todos comienzan a elegir, la gama de elección se reduce a los extremos que antaño tanto temí. Soy de los que se aman o se detestan, de aquéllos que siempre pesan más, de los de extrañas creencias y cuya voz se extiende hacia delante y hacia atrás.
Y es que vuelan los bulos, con mi nombre y mi señal, y aunque algunos son reales, ¡cuántos falsos habrá!
Aquéllas personas que quise, y que hoy decidieron no estar, tratan de dificultar mi presente, de dificultar mi pasar; pero aquéllo que ellas no saben, es que me son indiferentes las personas que por ellas se han de guiar, pues si algo en todo este tiempo he comprendido, es que pocas veces el producto merece su publicidad.


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